La reciente advertencia de la administración Trump a los países BRICS sobre no reemplazar al dólar estadounidense como moneda dominante en el comercio internacional revela una profunda confusión sobre el funcionamiento del sistema global de comercio y capital. Esta postura pone de manifiesto una contradicción fundamental entre dos objetivos declarados por Estados Unidos: mantener la supremacía del dólar y reducir su déficit comercial.
La paradoja del dominio del dólar
El predominio del dólar en las transacciones internacionales no es fruto de la generosidad extranjera, sino una consecuencia directa del sistema económico global actual. Estados Unidos, al ofrecer acceso sin restricciones a sus mercados financieros y mantener grandes déficits comerciales, crea un entorno en el que otros países, especialmente las naciones BRICS, se ven obligados a adquirir activos en dólares. Esta dinámica se debe a las políticas económicas de estos países, que dependen en gran medida de mantener superávits comerciales significativos.
Las propias estrategias económicas de países como China o Rusia los fuerzan a acumular reservas en dólares, ya que sus economías están estructuradas en torno a la generación de excedentes comerciales. Este ciclo refuerza continuamente la posición dominante del dólar en el sistema financiero global, creando una interdependencia compleja entre Estados Unidos y sus socios comerciales.
La contradicción en las políticas estadounidenses
Existe una contradicción fundamental entre dos objetivos declarados por Estados Unidos: reducir el déficit comercial para revitalizar la manufactura doméstica y mantener la supremacía global del dólar. Estos objetivos son mutuamente excluyentes, ya que reducir el déficit comercial implica que los extranjeros adquirirán menos activos estadounidenses, lo que llevaría inevitablemente a una menor dominancia del dólar en los flujos comerciales y de capital globales.
Implicaciones para diferentes sectores e impacto global
Esta disyuntiva tiene importantes consecuencias para distintos grupos de interés en Estados Unidos. Por un lado, la reducción del déficit comercial beneficiaría a empresas manufactureras, trabajadores industriales y ahorradores de clase media. Por otro lado, aumentar la dominancia del dólar favorecería a Wall Street, al sector financiero y al poder de sanciones del gobierno estadounidense. A nivel global, la fortaleza del dólar tiene repercusiones significativas: encarece las importaciones para países como España, aumenta el costo de la deuda externa para naciones con préstamos en dólares, proporciona ventajas a las importaciones estadounidenses y puede desacelerar el comercio mundial, afectando especialmente a las economías emergentes.
El desafío de los BRICS y el futuro del sistema económico mundial
Los países BRICS están desarrollando iniciativas para reducir su dependencia del dólar, como la creación del Nuevo Banco de Desarrollo, la implementación de sistemas de pago alternativos y la promoción de acuerdos comerciales bilaterales en monedas nacionales. Sin embargo, estos esfuerzos enfrentan obstáculos como divergencias de intereses entre miembros, integración profunda al sistema del dólar y limitaciones en la capacidad de innovación institucional colectiva.
La encrucijada a la que se enfrenta Estados Unidos definirá su futuro económico y geopolítico. La decisión entre fortalecer su base industrial y clase media reduciendo el déficit comercial o mantener la hegemonía financiera global a través del dominio del dólar tendrá profundas implicaciones para la economía estadounidense y el sistema de comercio internacional en su conjunto.
El dilema es claro: Estados Unidos no puede simultáneamente reducir su déficit comercial y aumentar la dominancia global del dólar. La elección entre beneficiar al sector productivo y la clase media o preservar los privilegios de Wall Street y el poder geopolítico moldeará el panorama económico mundial en las próximas décadas. Los líderes estadounidenses se enfrentan así a una decisión trascendental que requerirá un cuidadoso análisis de las consecuencias a largo plazo, tanto para los intereses nacionales como para el equilibrio económico global.